En las vueltas que da uno por el mundo, además de hacerte casi experto en preparar mudanzas, adaptarte a nuevos climas, conocer nuevos acentos, y probar nuevas comidas, pues también se hace amigos (y de los buenos).
A Sonia la conocí en una clase de aerobics cuando recién llegaba a Valencia. Venía yo de una etapa larguísima sin hacer ejercicios ya que había estado full dedicada a cuidar de mi bebé. Total que llegando a Valencia me puse las pilas y dije ya está bien Sandra, es hora de mover el esqueleto, así que me puse a investigar qué opciones tenía cerca para hacer algo de ejercicios. En el ayuntamiento de la localidad me informan que en el polideportivo habían unas clases de aerobics un par de veces por semana, y allá fui yo como perro con rabo entre las piernas, la peor forma física del momento, pero con muchas ganas salir de mi inercia y de romper el hielo.
La suerte es que estos procesos en España se hacen menos «dolorosos», porque los españoles son como son: simpáticos, de andar por casa, familiares, ¡chillones! Mucho parecido a la raza de mi Cuba querida, así que no fue difícil acostumbrarse a la rutina de ir a los ejercicios un par de veces por semana. Me sentía a gusto la verdad.
Y en esa clase resulta que estaba Sonia, que tampoco era de Valencia, así que era «extranjera» como yo. Ella de Sevilla y yo de la Habana. ¡Mucho arte si Sr! Con semejante mezcla lo mismo sale un taconeo en el malecón habanero que una sandunga en Sevilla.
Y el universo hizo el resto, nos hicimos compañeras de ejercicios y de conversa. Se acabaron esas clases del polideportivo pero igual nos matriculamos juntas en el GYM nuevo del lugar y estuve yendo a clases con ella durante todos mis años de estancia en Valencia, que no fueron pocos. Ambas nos contábamos y compartíamos nuestras rutinas, niños, casa, familia, en fin. Y así pasamos el tiempo entre pilates, spinning y merendolas en el bar del pueblo. Aparentemente nada del otro mundo, una amiga «normal». Pero luego pasa lo que pasa, que te vas de España, y al día de hoy, más de 5 años después, esa amiga «normal» pasó a ser una de mis mejores amigas, y es de las personas que más pendiente está de mí día tras día. Me echa en falta, se que me aprecia, y para rematar, me comparte hasta sus recetas.
Aquí les dejo entonces su Salmorejo, receta típica sevillana, autóctona a más no poder, con pelos y señales. Fácil y rápida además.
Y a tí Sonia cariño, gracias por tus recetas que me hacen volver a España de vez en cuando a través del paladar, y gracias también por tu amistad tan sincera. ¡¡que te quiero mucho «miarma»!!
Y a tí Sonia cariño, gracias por tus recetas que me hacen volver a España de vez en cuando a través del paladar, y gracias también por tu amistad tan sincera. ¡¡que te quiero mucho «miarma»!!
Salmorejo de Sonia:
Ingredientes:
2 kilos de tomates (bien rojitos y maduritos)
2 huevos duros
1 ajo crudo (o más si te gusta mucho el ajo)
pan seco a trocitos
aceite de oliva y sal a gusto
Preparación:
Pon todos los ingredientes en una licuadora y listo. A disfrutar!
Tip:
Al servir puedes decorar con un poco de huevo duro cortadito en trocitos pequeños. Si vas a hacerlo, asegúrate de o bien separar un trocito de uno de los huevos, o hacer un huevo duro más para el decorado. Si son varios comensales te conviene más hacer lo segundo. En mis momentos de inventiva culinaria yo le he decorado hasta con trocitos de aguacate. Queda rico pero no se si los sevillanos me lleven a la hoguera por semejante atrevimiento 🙂
El ingrediente estrella de hoy: El huevo.
Ha tenido «mala fama» el pobre por el tema del colesterol. ¡Hay que tener huevos! Que levante la mano el que no ha pasado por la fase de comer revueltos u omelets sólo de claras. Lo cierto es que es un alimento muy rico y versátil y que nutricionalmente hablando es de los mejores alimentos que existen. Son muchos los nutricionistas que actualmente ayudan a desmitificar la mala fama del pobre huevo y ayudan a entender que no por comer muchos huevos necesariamente tu cuerpo va a producir más colesterol. Afortunadamente la maquinaria perfecta del cuerpo humano no funciona de esa manera. Cada persona es un mundo eso sí, pero si no te sientes convencido, puedes revisar este artículo y así puedes sacar tus propias conclusiones.