El siguiente texto fue escrito en Diciembre del 2020, cuando repasaba en unos pocos párrafos algunas de las vivencias del año probablemente más loco e impredecible que nos haya tocado vivir a muchos.
3 de marzo del 2020. Al fin me cambiaba de casa, llevaba deseándolo y por fin llegaba el día después de trámites, mudanza y la madre de los tomates. Una semana después entramos en lockdown, muebles que faltan que no llegan, proveedores que están también en cuarentena, servicios por conectar. Todo tiene que esperar. Y mucho, sólo que no lo sabíamos aún.
Mediados de marzo, empezamos a, incrédulos, «familiarizarnos» con la situación. Te das cuenta de que la mitad de las personas más relevantes en tu vida no están a tu lado. Estrés. Y si cierran fronteras? Y si suspenden vuelos? Y si no llegan? Y por fin llegan, respiras hondo, pollitos en casa. Y ahora qué? Pues a gestionar expectativas, encierro, y comidas, muchas comidas por preparar.
Y la motivación? En cuarentena también? Ya no te despiertas a medianoche pensando en preparaciones, o amaneces corriendo a la cocina a descongelar un ingrediente, o corres al supermercado en busca de algún antojo de último minuto para alguna preparación. Tampoco puedes ir a restaurantes a «refrescar» del delantal y el fogón. Y esto qué es?
Y así un sinfín de situaciones que a todos y a cada uno de nosotros nos ha tocado vivir en el año 2020. Mucha ansiedad y mucho estrés, e incertidumbre a raudales. También muchas lecciones aprendidas, muchos muchos muchos cocinados, pocos escritos, muchos retos. La motivación regresó por donde mismo se ha ido, los restaurantes ya están abiertos, las mascarillas ya forman parte del outfit y gracias a los científicos (bendita la ciencia!) tenemos ya vacunas. Tenemos mucha suerte los que aún podemos seguir cocinando historias. Paciencia, que ya queda menos.