Dos sorpresas me llevé con este postre: lo bueno que queda con esta receta, y que el experto fuera un veinteañero. Excelente prueba para mis pocas habilidades culinarias dulceras. Que para comer sí, pero para preparar postres como éste, no siempre se motiva mi alma foodie.

Estados Unidos es un país donde no se suele cocinar mucho. Al menos no tanto como en otros países donde he vivido. Depende un poco también de la ciudad que sea pero al americano le gusta comer fuera o comprar comida ya preparada o semi preparada para llevar a casa. Dinámicas del día a día. Aunque no quiero generalizar porque se que también hay gente que cocina a diario tengo la impresión de que son los menos y la verdad me provoca un poco de tristeza y todo. Porque el acto de cocinar es un momento mágico de conexión tanto con los ingredientes como con las preparaciones y sobre todo con los que comen contigo. Cada vez siento que se pierde más eso en muchos de los países que conozco y honestamente me da mucha pena.
Es por eso que me puse tan feliz cuando me llegó esta receta de tiramisú de la mano nada más y nada menos que de un chaval de 20 años al que conozco indirectamente y que según me cuentan lleva años practicándola hasta conseguir lo que hoy les voy a compartir: un tiramisú que además de delicioso tiene unas proporciones y cantidades fríamente calculadas con las cuales es imposible fallar.
En la vida me habría pasado a mí por la mente hacer este postre. Lo he comido muchas veces pero siempre me he quedado con la idea de que sería algo muy complicado o difícil de lograr. Nada más lejos de la realidad. Al final ha salido de diez y hemos quedado todos contentísimos con el resultado. Yo la que más, no solo por el tiramisú que logramos, sino por las razones que me motivaron a prepararlo: Sean, su juventud, y su practicadísima receta. Todo un lujo que la haya compartido conmigo sin siquiera conocerme. Más que agradecida estoy por ello. Esa es la magia de la cocina y los que cocinamos. Y esa es la conexión mágica que no se debería perder jamás.
Ingredientes:
(para 6 personas)
- 6 yemas de huevo
- 3/4 taza de azúcar
- 2/3 taza de leche
- 1 y 1/4 tazas de nata para montar (heavy cream)
- Extracto de vainilla
- 1 libra de queso mascarpone
- 1/2 taza de café fuerte
- 4 cucharadas de ron o licor
- 7 onzas de bizcochos (lady fingers cookies)
- Cacao en polvo (sin azúcar)
Preparación:
- Mezcla las yemas con el azúcar muy bien. Poner al fuego junto con la leche y sin parar de remover hasta que hierva.
- Retira enseguida. Deja refrescar y pon en el refrigerador por al menos una hora.
- Batir la nata con unas gotas de vainilla hasta que monte.
- Batir entonces el mascarpone con la mezcla que habíamos puesto a enfriar de yemas y azúcar, hasta que luzca parecido a una natilla.
- Mezcla el ron y el café y humedece bien todas las galletas con esta mezcla.
- En un recipiente de cristal de aproximadamente 9×9 pulgadas pon en el fondo la mitad de las galletas remojadas.
- Encima esparce entonces la mezcla de mascarpone y luego la mitad de la mezcla de nata montada.
- Repite las mismas capas y al final encima del todo esparce con la ayuda de un colador el cacao en polvo por encima.
- Deja reposar en el refrigerador por al menos cuatro horas.
Tip:
- Muy importante respetar los tiempos de enfriado tanto de la mezcla como de la preparación final.
El ingrediente estrella:
El queso mascarpone: Queso italiano que es el must en un tiramisú, su untuosidad y dulzor hacen que este postre sea lo que es: un bombazo de cremosidad y sabores entre dulces, amargos y potentes.