Aquello de haber vivido en ambos lados del charco genera ciertos «conflictos» con algunas fechas significativas, y un claro ejemplo de eso es el Día de las Madres.
En España se celebra el primer domingo de mayo, y en Cuba, y en la mayoría de los países de Latinoamérica, el segundo domingo del mismo mes. Para rematar, en México, se celebra el 10 de mayo, caiga el día que caiga. Conclusión: la mejor manera de sacar provecho a semejante cacao es celebrándolos todos 😉 Aunque obviamente gana protagonismo el día en que se celebra en el país donde te encuentres, siempre aparece algún amigo o amiga de otra latitud que te felicita y se acuerda de tí; de modo que yo he decidido convertirlos todos en mis días de las madres.
Ahora bien, siempre me viene a la mente la celebración del día de las madres en Cuba, pues aquello era otro nivel. En aquellos tiempos ni internet ni postales electrónicas. El servicio postal cubano organizaba toda una operación especial para entregar a tiempo las tantísimas tarjetas postales que se enviaban según mandaba la tradición. En Cuba no solo se felicitaba a tu progenitora, sino que se aprovechaba la ocasión para homenajear a las tías, amigas, abuelas, arientes y parientes, de ahí lo de Día de las Madres en plural. Era un día muy especial donde la gente se tomaba el tiempo para sentarse en familia a ver y leer todas las tarjetas así como los remitentes de las mismas.
Historias de Cuba aparte y aprovechando estos buenos recuerdos y que estamos en el mes de mayo, hoy los dejo con una receta que mi mamá me ha enseñado y sacado a colación cuando estaba yo a la caza de recetas para la sección de postres de mi libro ¡Plato Limpio!
Se las comparto entonces en exclusiva y como regalo de Día de las Madres, da igual la fecha en que lo celebres 😉

Ingredientes:
(para 6 personas)
- 4 toronjas
- 400 gr de azúcar
- 1 litro de agua
- 1 ramita de canela
Preparación:
- Pela las toronjas intentando quitar una capa muy fina de la cáscara, para que la parte blanca, que es con la que se hace el postre, quede lo más gruesa posible.
- Corta la toronja en cuartos y separa de cada uno de ellos la parte blanca, es decir el casco de la toronja de los hollejos.
- Pon los cascos a remojar en agua por 24 horas. Si es posible cambia el agua de vez en cuando.
- Pon los cascos en suficiente agua fría a hervir. Cuando rompa el hervor desecha esa agua y vuelve a poner agua nueva y repite la operación al menos dos veces más. A lo anterior es a lo que llamamos blanquear. Escurre bien los cascos después de este proceso.
- Deja durante al menos 2 horas, y a fuego bajo, el litro de agua con el azúcar, los cascos y la ramita de canela.
- Pasado ese tiempo, deja refrescar y guarda al refrigerador.
- Se sirve frío y en Cuba usualmente lo acompañamos de queso crema (queso philadelphia) o queso blanco, lo cual para mí es un imprescindible ya que el sabor del queso contrasta perfecto con el dulce del almíbar y la toronja.
El ingrediente estrella:
La toronja: El hecho de que de esta fruta lo puedas aprovechar todo la convierte en más que un ingrediente estrella. Con la corteza y la cáscara lo mismo preparas estos cascos, que una mermelada, que una infusión. Para qué hablar de la pulpa. Entre sus propiedades destaca el aporte en vitamina C y en potasio.
Cuando llegaba ese Domingo todo el mundo estaba atento a la llegada el cartero. Y que cantidad de postales de flores, tal parecía que tenias un jardín.
Y en el aspecto culinario, durante el periodo especial no había casi que comer. Nunca me gustaron los dulces en almíbar, pero cuando llegaba de la universidad venia con un hambre de tres pares (quiere decir mucha hambre). Mi papa hacia unos cascos de toronja con azúcar prieta, y yo guardaba el veinti-unico pan que nos daban al día (uno al día) para poder bajar los cascos de toronja. Y eso que mi papa los hervía como tres veces.
Lo sigo diciendo, evocas recuerdos. Gracias.
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Ay Yu, es que los cubanos tenemos repertorio para muchos escritos, jiji, sobre todo los que vivimos aquellos años 90. Lo del pan es cierto, en el libro, en la parte que hablo de los desayunos, menciono eso mismo que dices, que había que decidir cuál era el mejor momento del día para comerse el único pan. En fin, muchas historias para el recuerdo, unas mejores que otras. Y los cascos de toronja, por la sencillez de sus ingredientes, eran de las pocas recetas que sobrevivieron a esa etapa. Y nosotros con ellos! 🙂
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