En la cocina hay para todos los gustos. Hay a quien le va más el rollo sofisticado en plan cocina moderna y futurista, con platos cuyos nombres muchas veces ni siquiera te dan una pista de lo que te vas a comer. Y por otro lado tenemos la cocina tradicional de toda la vida, las clásicas preparaciones «de abuelitas» que a nadie se le olvidan y que además de buenas para matar el hambre son buenas para rememorar lindos momentos.
A mí si me preguntan cuál de las dos corrientes me gusta más diría que ambas. No podría decidirme por una de ellas. Lo mismo disfruto donde Gastón Acurio que en la casa de una abuela cuando te hace un arroz al horno con todo el amor del mundo. Soy fan de ambas vertientes, lo mío es comer bueno, lo reconozco 😉
El haber ido a una escuela de alta cocina me ha hecho respetar y valorar aún mas lo que ya valoraba yo el trabajo de los grandes cocineros. El tiempo, el esfuerzo, la creatividad y las ganas que le ponen a lo que hacen no tiene recompensa. Además de eso, se te mete en el cuerpo la idea y la curiosidad de sea cual sea la preparación que hagas, y por sencilla que sea, le quieres siempre dar el toque «pro» (que para eso fuiste a la escuela no?).
Así que después de eso ya no tienes remedio, en tu mente te va a acompañar siempre la inquietud y la pregunta de: «qué técnica podría aplicar o qué podría hacer de diferente para darle un toque especial y distinto a este plato?» Para mis comensales es una suerte, o un sufrimiento! depende de cómo salgan las preparaciones.
Así las cosas estaba yo un día cualquiera con bastante poca creatividad la verdad pero con el antojo de un plato de cuchara. Visualizaba yo una crema de verduras. Pero pobre de mí, que cuando fui a echar ojo a la despensa solo tenía unas tristes patatas y unos puerros pidiendo casi a gritos que los usara pues ya estaban cerca de pasar a mejor vida. «Ok Sandra lo tienes, crema de patatas y puerros» (silencio incómodo) «ok Sandra no tienes nada, te dirán que qué comida más aburrida y más sosa! (si, tengo comensales un tanto exigentes y sobre todo un poco mal acostumbrados 🙂
Long story short: no me quedaba otra, al menos por salvar los puerros y mi antojo debía enfrentar mi realidad. Manos a la obra. Pelo, lavo y corto patatas. Lavo y corto puerros. Todo a la cazuela, cubrir con agua, al fuego y poco más. Mientras todo se cocinaba y aún cabizbaja y resignada me acerco a la estantería donde guardo la licuadora, la saco, la conecto y la preparo. Todo ready para mi «super» crema de patatas y puerros…..bua….sigo yo dándole vueltas al tema aunque no tengo más recursos de dónde tirar. «super»…una mierda!-he pensado.
Me acerco al refri a beber agua y….bingo! De camino mi vista se cruza con el aceite de oliva y el pimentón de la Vera, y al abrir el refri con unos tomates secos. Y listo! Lo tenía! Me vino a la mente la clase donde nos «presentaron» al Pimentón de la Vera, también me acordé de las emulsiones que hacíamos, y de aquellos tomates en flor que preparábamos en el horno y que tan buenos quedaban (bastante más que los tomates secos que tenía yo ese día!). Pero ya tenía algo, me había cambiado el semblante y lo demás ya fue todo sobre ruedas. Para rematar cuando los exigentes paladares que me acompañan probaron mi plato han soltado comentarios como los siguientes: «Y esta crema tan buena qué lleva?», «Muyyyyy rica la crema, me encantó la textura, le doy un 10».
Doy las gracias y sonrío y de paso me doy cuenta de que me ha vuelto el alma al cuerpo.
Crema de patatas y puerros…y algo más.
Ingredientes
-4 patatas medianas
-3 puerros (ojalá más frescos que los que tenía yo)
-3 ó 4 tomates secos
-Pimentón de la Vera
-Aceite de oliva a gusto para emulsionar
-Sal a gusto
Preparación:
-Pela, lava y corta las patatas en trozos no muy grandes.
-Misma operación pero con el puerro.
-Echa todo lo anterior a una olla y pon agua hasta cubrir o un poco más. Llévalo al fuego y deja que todo se cocine.
-Una vez listo pon en la licuadora primero lo sólido, es decir, las patatas y los puerros. Luego añade agua según necesites y quieras que te quede la crema (más suelta o más espesa)
-Añade los tomates secos.
-Comienza a batir y mientras se bate añade el aceite de oliva poco a poco a la mezcla.
-Añade sal, y prueba. Rectifica si es necesario.
-Sirve en un plato bonito y puedes adornar con un chorrito de aceite o alguna hierba de tu gusto. Incluso tomates secos a trozos pequeños.
Tips:
-La variedad de papas que escojas hará que la textura de tu crema sea más o menos cremosa. Ya se que las variedades de patatas en cada país a veces no son las mismas. Pero pregúntale a tu verdulero, o en el supermercado, cuáles te recomiendan para hervir o para hacer cremas y te vas a acordar de mí.
-Si eres observador te habrás dado cuenta de que no he hablado de la sal hasta el final. Jamás de los jamases pongas la sal al principio de las preparaciones. La sal al final siempre porque en el transcurso del cocinao los sabores se concentran, algunos bastante!, y corres el riesgo de que te que te pases (aprendizaje de la escuela)
-Un truco es que de estos mismos ingredientes puedes hacer una crema o un puré bien cremoso y un poco más líquido. El día que lo hice a algunos les serví como crema y a otros como puré, ya que la textura se prestaba un poco para ambas cosas. La foto que ves es mi plato, que lo he comido como plato principal, no como entrante. It’s up to you!
El ingrediente estrella de hoy:
Pimentón de la Vera.
Ese aroma ahumado que tiene lo hace para mí un must en mi cocina. Lo hay dulce y picante. Procede de Cáceres, España, en la comarca de la Vera lo hacen. Tiene denominación de origen y todo lo demás. Y no, no tiene naaaaada que ver con la paprika. Tan exclusivo y autóctono es que ni al inglés le puedes traducir. En la Wikipedia puedes leer más sobre él. Y te lo recomiendo, pues es un producto de esos que hay que probar. Y por supuesto úsalo con mimo, que se lo merece. Eso sí, depende del país desde donde me leas te costará más o menos encontrarle. Así que dale, research time! (En USA se puede encontrar en las tienditas de los restaurantes españoles)
Ese aroma ahumado que tiene lo hace para mí un must en mi cocina. Lo hay dulce y picante. Procede de Cáceres, España, en la comarca de la Vera lo hacen. Tiene denominación de origen y todo lo demás. Y no, no tiene naaaaada que ver con la paprika. Tan exclusivo y autóctono es que ni al inglés le puedes traducir. En la Wikipedia puedes leer más sobre él. Y te lo recomiendo, pues es un producto de esos que hay que probar. Y por supuesto úsalo con mimo, que se lo merece. Eso sí, depende del país desde donde me leas te costará más o menos encontrarle. Así que dale, research time! (En USA se puede encontrar en las tienditas de los restaurantes españoles)