La monotonía es algo que no me gusta en ninguna de sus facetas, pero en el comer menos que menos!
Actualmente vivimos en unas dinámicas que nos meten directamente en las rutinas. Muchas veces no queda más remedio pues obviamente hay horarios y compromisos que uno debe seguir y cumplir. Sin embargo creo que en la cocina es una de las cosas en las que podemos hacer la excepción (aunque sea de vez en cuando) de salir de la rutina.
Igual creo que también depende de tus comensales. Cuando lo que pones en la mesa es lo mismo casi todos los días, lo más probable es que tu público se aburra. Y si no lo hace, le estarás cerrando un poco el abanico de sabores, olores, texturas y combinaciones que sus sentidos están perfectamente preparados para percibir.
En Cuba por ejemplo, crecemos con el olor a arroz y frijoles, da igual si era el de tu casa o el del vecino, pero en Cuba huele a arroz y frijol. Eso no falla.
Los olores son de las cosas que más se quedan grabadas en tu memoria, y solo te das cuenta de que eso es así cuando por ejemplo dejas tu país o te vas de visita a otro lado. Aquello que para tí era rutina oler pues ya no lo es. Y es ahí donde tu olfato se «estresa», pero a la vez sale de su zona de comfort.
He de confesar que yo no era muy fanática de los frijoles en Cuba. Los comía, los disfrutaba sí, pero en mi casa no se comía frijol todos los días (como en la mayoría de las casas cubanas)
Ya he dicho que mi abuelo era chino así que ese asiático aunque cocinaba comida cubana pues también le encantaba hacer mucha verdura y muchos inventos que estoy segura en otras casas cubanas no eran la norma. Mi papá por otro lado, que también le encanta cocinar, seguía sus pasos y le pedía info sobre recetas, ingredientes, etc.
Cuanto corto: La comida de mi casa no era cubana 100%. Cosa que yo la verdad, de mayor agradecí, pues me ha dado la posibilidad de probar otras cosas así como de estar más abierta a lidiar con los nuevos sabores en todos los lugares que me ha tocado estar. Comer grillos en México por ejemplo, es algo para lo cual no todos los sentidos están preparados 🙂 A mí me costó pero al final no me fui de México sin probar un chapulín, y por cierto, me sorprendieron positivamente.
Pero volviendo a Cuba, y aún cuando en mi casa no se comía comida cubana everyday, te vas del terruño y lo primero que se te antoja es un arroz congrí (arroz con frijoles) bien bueno. Ley de Murphy. Las raíces son las raíces que cará. Entonces, estés en Sudamérica o Europa, invitas a amigos, y haces comidas cubanas, y presumes de nuestro riquísimo arroz congrí.
Es un plato que además no te falla y que siempre triunfa porque aunque para los caribeños el arroz y frijol nos corre casi por las venas, para la gente de latitutes diferentes esa mezcla es tan exótica como sorprendentemente sabrosa. Tan es así que hasta he visto la receta del arroz congrí en inglés, publicada por el mismísimo New York Times. Para que vean compatriotas si el congrí es internacional (o internacionalista que esa palabrita a los cubanos nos gusta más)
En fin, la receta de hoy es el resultado de toda esa mezcla mental que tengo en mi memoria olfativa, de mis añoranzas por lo cubano, de mis averiguaciones probando nuevos ingredientes como la quinoa, y de mi intención de evitar la monotonía al comer.
Eso sí, quiero dejar claro que como un arroz congrí cubano auténtico no hay ehhh. Este plato es de esos que son bien caseros y que a no todo el mundo le queda igual. El de mi suegra por ejemplo es el mejor que he probado en mi vida. Está el congrí de mi suegra y después todos los demás. O sea que para nada intento con este invento suplir o sustituir el rico arroz congrí cubano, pero como me encanta probar y mezclar e inventar, un día me decidí a ver qué tal quedaba haciéndolo en vez de arroz con quinoa, y tengo que decir que para sorpresa de todos queda bien bueno. Mi familia, mis invitados a mi taller de cocina, y sobre todo mi descendencia (¡la prueba de fuego!) puede dar fe de ello.
Así que les paso el dato, y los dejo con la inquietud, y la receta:
Aunque en el Centroamérica estamos acostumbrados a comerlos en potajes o con arroz, son también muy ricos cuando se usan en ensaladas, cosa que aprendí en mi querido Chile.
Prueba y verás.