Con esto de que ha llegado el otoño últimamente lo único que vemos tanto online como offline son calabazas de todos tipos y todos colores, y catarros y resfríos, también de todos tipos y de todos colores. No hay un lugar donde vayas donde no salga la frase de «todo el mundo está igual», donde «igual» significa: con catarro!
Sí, ya se, en el hemisferio sur recién empiezan a deshacerse de los abrigos más grandes para esperar con ansias los días de sol, playa, vacaciones, escapadas y todo lo demás, Pero de igual manera resulta que en primavera, además de que la sangre se altera pues también acompañan los clásicos resfríos o alergias propias de esta época.
En fin, sea el hemisferio que sea creo que una sopa siempre le entra bien al cuerpo y es algo que nuestra anatomía agradece con creces, con catarro o sin él.
Muy soperos creo que los latinos no somos, aunque pienso que más bien la cosa va por edades porque a todos los abuelos que conozco les encanta la sopa. En cambio a la gente joven no tanto.
Bajo ese supuesto, y si por el gusto por la sopa fuera que se clasificarían las edades, pues yo caería en la tercera edad de seguro. Y a mucha honra ehhh, porque me encantan las sopas, y en general, los platos de cuchara.
Esta sopita de hoy es inspirada en mi abuelo chino, que como ya hemos contado en la entrada La Mesa está servida, era un crack de la cocina. No es de él su receta, sino puro invento mío, porque me encanta la sopa y porque me encanta recordarle cocinando e imaginándome cómo la habría preparado él.
Mi abuelo y yo nunca cocinamos juntos, porque ya él era muy mayor cuando yo era suficiente grande como para haberlo hecho. De todos modos, estoy segura de que es él quien ha guiado mis pasos hasta ponerme frente al fogón. En él me inspiro cada vez que preparo algo, y en él pienso cada vez que me meto en la cocina, y si es algo que tiene algún guiño hacia lo asiático, pues más aún.
Porque si algo ponía siempre mi abuelo a su sazón era intención, buena vibra y muchísimo amor. Así que Pipo, esta sopita de hoy, con mucho amor, va dedicada a tí.
Se hierve la pechuga de pollo (si trae hueso mejor porque así dará más sabor al caldo). Una vez lista y cuando ya se haya refrescado se corta en dados (o se desmenuza) y se reserva.
En el caldo que haya quedado de la cocción de la pechuga se añaden las zanahorias cortadas en trocitos pequeños o ralladas. Dejar cocer por 5 minutos a fuego medio (si has rallado la zanahoria entonces le das menos tiempo). Luego añadir los noodles y dejar cocer por 2 minutos. A continuación añadir las acelgas previamente lavadas y cortadas en trozos no muy grandes (tallos y hojas) y dejar 2 minutos más. Añadir salsa soya a gusto. Corregir de sal si es necesario.
Una vez listo se apaga el fuego y se ralla un poquito de jenjibre que se añade a la sopa. Además se añade el frijol chino, el cebollín cortadito y se tapa y se deja reposar por un par de minutos.
Una vez transcurrido el tiempo se sirve en platos soperos y se añade a cada plato la pechuga y el cilantro cortado. Se puede poner un cuenco con más salsa china en la mesa por si a alguien le apetece añadir más.
Buen provecho!
Tips:
-No pongas la sal hasta después de haber añadido la salsa soya. Prueba siempre después de esto y solo corrige la sal si es necesario. No te pases con la salsa ya que puede quedar subido de sal, recuerda que luego cada uno le puede añadir más si le apetece.
-En vez de noodles, puedes ponerle wontons a la sopa (como se muestra en la foto).
Venden ya las láminas listas y uno solo debe rellenarlas con un poco de carne molida o similar. Los mismos paquetes traen las instrucciones de cómo formar los wontons, es muy fácil.
-El jengibre lo puedes rallar al final o simplemente incorporar un trocito a la sopa mientras la estás haciendo.
El ingrediente estrella de hoy: El jengibre
Aunque ya lo conocía de antes, descubrí realmente este ingrediente en Colombia, donde, cuando estábamos resfriados o con catarro, nos sugerían hacer un caldo o sopa y ponerle un trozo de jengibre. Cierto es que nos tomábamos la sopa y nos sentaba muy bien. Además aporta un sabor ligeramente picante que da un toque especial a lo que lo añadas (sin pasarte claro!) A este tubérculo además se le atribuyen muchos otros «poderes», aparte de los catarros se dice que es bueno para las náuseas, y hasta dicen que es afrodisíaco. Pero aquí solo hemos venido a hablar de cocina 🙂